La agresión física incluye cualquier acto de fuerza contra el cuerpo de la mujer, con resultado o riesgo de producir lesión física o daño: golpes, puñetazos, patadas, quemaduras, pellizcos, tirones de pelo, zarandeos, empujones, lanzamiento de objetos, uso de armas, intentos de estrangulamiento, intentos de asesinato, mordeduras, intentos de provocar abortos, abusos sexuales, violación...
El maltrato físico es el más evidente y el más fácil de demostrar; aun así, no es preciso que se requiera atención médica o que tenga efectos visibles en el cuerpo.
Este tipo de violencia se puede producir tanto dentro de una relación de pareja como fuera de ella. Los hombres que ejercen este tipo de violencia pueden tener una buena imagen pública, y crear una apariencia de total normalidad. Ni la edad, ni la situación económica y social son determinantes, ya que las agresiones machistas se producen en todas las edades y clases sociales.
Los malos tratos se producen generalmente en el ámbito de la privacidad, dentro de la casa, por lo que a veces pasan desapercibidos para las personas que rodean a la mujer (familiares, compañeros y compañeras, vecinos y vecinas, amistades).
Los malos tratos no son actos aislados, sino una concatenación de hechos que se prolongan en el tiempo, cuyo objetivo es el de conseguir el control y dominio sobre la mujer, lo que va debilitando gradualmente sus defensas físicas y psicológicas, generando miedo y sentimientos de indefensión e impotencia.
A continuación exponemos un gráfico que explica el ciclo de la violencia en el que se ven inmersas las víctimas de violencia machista.
Algunas campañas en contra de la violencia machista
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